Una justiciera que no quería ser abogada
Sé que estás aquí para conocer un poco más de mí, es normal, tienes que conocer a la persona que va a llevar un caso tan importante como es el de tu divorcio.
Como siempre digo, los abogados somos más sosos que un salero, asi que te voy a contar mi historia de la manera más amena posible.
Comenzando con que… yo no quería ser abogada.
Por ahí se escuchan muchas historias que dicen que desde muy pequeños tenían claro lo que querían ser.
Sería bastante épico poder decir esto yo también, pero por desgracia no es mi caso. La única relación que tenía con la abogacía era que mi padre era abogado y yo tenía una naturaleza muy justiciera.
Si algo no me cuadraba, luchaba y luchaba.
A pesar de ello, antes de dedicarme a la abogacía y tratar con tantos casos de divorcios (algunos muy surrealistas) tuve dos misiones fallidas.
La primera, la natación artística. Se me fueron las ganas de un plumazo cuando vi lo lejos que estaba de participar en las olimpiadas.
La segunda, ser ingeniera química. Si no eres muy meticuloso y no te gusta estar encerrado horas y horas en un laboratorio…
No te lo recomiendo.
Y al final, acabé haciendo lo que todo el mundo sabía que iba a hacer, menos yo.
Te podría contar como fue todo mi proceso para ser abogada, pero hay algo que te va a interesar más (y hará que te diviertas un poco también), y es…
El ejemplo más claro de por qué no debes casarte por dinero.
Tengo muchas historias locas, pero este es el claro ejemplo de que el humano es el único animal capaz de tropezar no dos veces, sino 3 y 4 con la misma piedra.
Uno de mis clientes, le gustan mucho las mujeres…
El es así, y ni yo ni tú somos nadie para decirle que eso está mal.
Ahora bien, le gustan tanto que comete siempre el error de casarse por dinero.
Es decir, la mujer le paga y para que él se case con ella, un poco turbio.
¿Y que pasa?
Que todas ellas le acaban pidiendo el divorcio cuando se enteran de que le está siendo infiel. (De ahí que le gustase mucho las mujeres)
De hecho, la última me contó que tomó la decisión cuando lo pilló a él en la cama con otra mujer (que le había pagado también).
Este es el claro ejemplo de que un hombre no debe pensar con la cabeza de abajo, sino la de arriba.
Hasta tal punto que ahora mismo está casado con una colombiana que lo abandonó en Colombia y ahora se encuentra sin dinero para volver.
Esta es una, pero como te podrás imaginar, historias así tengo a patadas.
Es lo que tiene trabajar con este tipo de casos.
Son raros, pero me gustan.